Por Arismendy Debord López
Los resultados de las últimas elecciones en los Estados Unidos de América han dado lugar para que una pléyade de comentaristas, con categoría de expertos o deliberadamente neófitos, pretenda explicar por qué Donald Trump ganó la presidencia de esta gran nación. Se habla de las tres, las cinco y hasta de las ocho razones que tuvo el magnate para alzarse con la victoria, alcanzó el solio presidencial contra todos los pronósticos.
En mi humilde calidad de pastor evangélico quiero plantear mi proposición al respecto y así sumarme a la lista de disertadores, no como un avezado comentarista, sino más bien como un novicio que trata de hacer un aporte distinto.
Buscando una razón diferente a las que dicen los expertos, creo firmemente que Dios intervino desde el empíreo, inclinó la balanza, impuso su poder sempiterno para que Donald Trump venciera al clan Clinton, al Clan Obama, al Clan Bush, parte de la cúpula del Partido Republicano, a todos los actores de Hollywood, excepto Clint Westwood, al 99% de los medios de comunicación, a la World Street, a los Grupos LGBT que abiertamente apoyaban a la candidata demócrata, a las feministas de todo el mundo y a una caterva de espectadores enquistados en suelo estadunidense y allende los mares, que nadaron con la corriente y se identificaron con la aparente ganadora.
No es la primera vez el Creador Eterno interviene para cambiar el rumbo de la historia, poner gobiernos y destituir jefaturas.
El omnipotente Faraón del imperio egipcio, que en su época era toda una divinidad, fue enfrentado por Dios para que liberara su pueblo y reducido a su mínima expresión. El arrogante rey Nabucodonosor del imperio babilónico fue depuesto por Dios y luego restituido por la voluntad del Todopoderoso. Belsasar, otro monarca babilónico fue destituido por Dios y muerto casi al instante por profanar el templo. No me cabe la menor duda: “el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere” (Daniel 4:32).
¿Por qué eligió Dios a Donalp Trump como el nuevo presidente de los Estados Unidos? En otras ocasiones me he referido al tema en cuestión, Obama ha enrumbado a los estadunidenses por terreno movedizo en el plano moral y espiritual, ha carcomido los cimientos que dieron origen al Imperio del Norte, que ponía a Dios en primer lugar en el corazón de los ciudadanos.
Basta citar el Acta de Independencia del 4 de julio de 1776, para percatarnos que los libertadores tomaron su decisión de liberación contra la corona inglesa contando con la dirección del Eterno y según ellos “apelando al Juez Supremo del Universo”.
Asimismo, Abraham Lincoln, en su inmortal discurso en la ciudad de Gettysburg (Pensilvania) el 19 de noviembre de 1863, concluía diciendo: “Que esta nación, dirigida por Dios, renazca en libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, jamás perezca sobre la Tierra”.
Donald Trump tiene una enorme responsabilidad sobre sus hombros y para poder llevarla a cabo tiene que humillarse bajo la poderosa mano de Dios, dándole al Señor la gloria por haberlo catapultado y llevado a ocupar el cargo de presidente de este país. Solo así podrá llevar a cabo los cambios que él ha prometido para recuperar el terreno perdido por Obama y por cuyo derrotero iba a transitar deliberadamente Hillary Clinton.
Pero no se trata sólo del plano económico, el pueblo estadunidense necesita un líder, un guía que los conduzca hacia la senda antigua, hacia Dios, como fue en la etapa primigenia de esta nación.
No es un asunto de bienestar material, porque la prosperidad sin Dios es hueca, superficial e incompleta, lo importante es recuperar los principios cristianos; porque “Si fueren destruidos los fundamentos qué ha de hacer el justo”. (Salmo 11:3).
Contrario a los presagios funestos de voces agoreras que vaticinan la hecatombe, abrigamos la esperanza que el mismo Dios que eligió a Donald Trump, lo guiará junto al Vicepresidente Mike Pence y al equipo de hombres y mujeres de buena voluntad, que a partir del 20 de enero del 2017 dirigirán los destinos de esta gran nación, para rescatar integralmente a los Estados Unidos de América, en el plano espiritual, moral, económico, político y social. Que el Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo dirija en este cuatrienio al Presidente.
El autor es Pastorde la Iglesia Evangélica Integral