POR LUIS BRITO
La Policía ha dicho que el confeso asesino del periodista Blas Olivo tiene un fardo de crímenes y delitos; un largo prontuario en corto tiempo, a juzgar por la edad del imputado, menos de 30 años.
Joel Ñeta, o Joel Peña Rodríguez, le habría confesado a la PN haber asesinado a otras cuatro personas (5 con el crimen de Blas Olivo) y causado heridas graves a otras seis.
Tenemos a un asesino en serie que andaba a sus anchas por nuestras calles, matando personas a “diestra y siniestra”, con facilidad pasmosa y una actitud indiferente de las autoridades todavía más asombrosa.
No hay forma de explicar cómo un ciudadano es capaz de asesinar a cinco personas, herir a otras seis y que camine libremente en la vía pública, divirtiéndose en lugares públicos.
Sencillamente no tiene sentido. O estamos frente al asesino serial más listo y escurridizo de los últimos tiempos, o este país está siendo “cuidado” por cualquier otra cosa, menos por policías y jueces que hagan su trabajo como debe de ser.
Uno, dos, tres, cuatro y cinco seres humanos murieron a manos de una sola persona y la autoridad competente no había sido capaz de capturarlo y encerrarlo antes de que este individuo siguiera destrozando y malogrando vidas.
Es un episodio que se repite una y otra vez. Criminales que al parecer se cansan de asesinar, bajan la guardia y prácticamente ellos mismos se “entregan” a la Policía.
Cuando uno ve estos episodios se pregunta: ¿Dónde está la eficacia de la PN?, ¿Qué pasa con la efectiva investigación y el seguimiento al criminal?, ¿Por qué suceden estas cosas cuando dicen que tenemos una buena Policía aunque mal remunerada?, ¿O es que en realidad los esfuerzos policiales son mínimos?
Probablemente si la quinta víctima mortal de este criminal no hubiese sido un periodista conocido, que obligó a un gran despliegue en los medios de comunicación, no hubiese sido apresado, pudiendo él multiplicar las tumbas.
Es increíble, solo eso se puede decir.